La acción se desarrolla en el Barrio Latino de París en el año 1840
ACTO I.- Buhardilla en una casa del Barrio Latino de Paris. Dos artistas bohemios, Marcello, pintor y Rodolfo, poeta, se hallan trabajando la tarde del día de Nochebuena. Hace frío, ambos deciden quemar algo en la estufa pero no tienen combustible; piensan quemar una silla, y después, los últimos cuadros que ha pintado Marcello; pero finalmente se deciden por el manuscrito de la última obra que Rodolfo está escribiendo. Marcello ofrece su lienzo, pero Rodolfo cree que es mejor quemar el manuscrito de una obra de teatro que ha escrito y juntos van introduciendo, poco a poco, en la estufa el texto del poeta. Cuando entra Colline, un filósofo que también vive con ellos, quejándose de no haber podido empeñar sus libros por ser Nochebuena, está ardiendo el acto primero de la obra de Rodolfo. Schaunard, el músico que también forma parte del grupo, parece haber tenido más suerte, y entra con comestibles, leña, vino de Burdeos y tabaco. Schaunard les explica cómo ha conseguido el dinero a cambio de dar clases de música a un inglés, pero los tres bohemios, sin escucharle, se disponen a iniciar el banquete.
Schaunard los detiene diciéndoles que el dia de Nochebuena no deben quedarse en casa, sino que deben celebrarlo en el Café Momus, al que acaden asiduamente. En este momento, mientras beben una copa antes de salir, llaman a la puerta: es el casero Benoît, que viene a cobrar el alquiler de la buhardilla. Los bohemios tienen dinero ahora, pero no quieren "malgastarlo" pagando el alquiler. Benoît, consigue con algunas dificultades que lo dejen entrar y los bodemios lo sientan en una silla desviando pronto la conversación hacia la vida privada del casero, que a pesar de su edad, parece que hace poco ha sido sorprendido con una mujer. Benoît confiesa a los bohemios que todavía se siente joven y que no le gustan las mujeres delgadas como la suya, porque suelen estar enfermas. Éstos, ante sus palabras, fingen una sana indignación moral y expulsan al casero sin haber pagado el alquiler.
Una vez que han echado al casero, se disponen a bajar a cenar, pero Rodolfo les anuncia que no puede ir todavía porque tiene que escribir un artículo para una revista en que colabora. Y les dice que estará con ellos en unos minutos, en cuanto acabe lo que está escribiendo. Se van todos y Rodolfo se dispone a escribir; apenas avanza en su trabajo. De pronto llaman a la puerta: esta vez es una vecina que viene a pedir lumbre para su vela. Rodolfo siente nada más verla una atracción hacia ella, a pesar de que parece enferma. La vecina tiene la intención de irse, pero una corriente de aire le apaga otra vez la vela justo cuando se da cuenta de que se le ha caido la llave de su casa. Rodolfo también apaga disimuladamente la suya y pronto encuentra la llave, pero en vez de entregarla a la muchacha se la guarda en el bolsillo. Se acerca a ella y, de una forma inesperada, toma su mano. El poeta se sorprende de lo fria que está y exclama: "Che geli da manina!" ("!Qué mano tan fría!") y mientras la calienta entre las suyas, puesto que se han quedado a oscuras, decide presentarse a su vecina y cuenta a Mimí quien es él y qué hace. La vecina hace lo mismo, explica que se llama Lucia, a pesar de lo cual siempre la llaman Mimí, ella entona su aria: "Si. Mi chiamano Mimi" ("Sí, Me llaman Mimí"); cuenta que vive, en el último piso del edificio, y trabaja sola, es costurera y haciendo flores artificiales, pero que son las flores naturales las que a ella le entusiasman.
Desde fuera los amigos de Rodolto le llaman para que baje pronto. Éste responde que no tardará. Y les pide que le guarden un lugar en el café. En el dúo "O suave fanciulla" ("Oh, adorable muchacha") Rodolfo y Mimí se dan cuenta de que se han enamorado. Rodolfo propone a Mimí quedarse juntos en la buhardilla, pero ella sugiere acompañarle para que no falte a la cita con sus amigos. Ambos se van abrazados y sus voces se escuchan mientras bajan por la escalera.
ACTO II.- Una plazoleta del Barrio Latino frente al Café Momus. Es de noche y una multitud de vendedores compiten con sus diversos productos, mientras numerosas personas, entre las que abundan los estubiantes y los niños, pasean frente al Café Momus. Mientras, Schaunard compra una trompa, Colline observa la nueva levita que ha adquirido en la tienda de un zurzidor. Rodolfo entra en una sombrerería para comprarle un gorrito a Mimí. Marcello se lamenta de estar solo en medio de tantas mujeres. Poco después Rodolfo entrega el gorrito a Mimí y se quedan juntos mirando un collar de coral que está expuesto en el escaparate de una joyería. Cuando sus amigos ya están sentados, llega Rodolfo, que les presenta a Mimí, y todos se preparan para la cena.
Entretanto se produce un revuelo en la plaza: pasa Parpignol, un vendedor de juguetes, con un carretón cargado de juguetes creando en torno suyo un revuelo de niños y niñas acompañados por algunas personas mayores, que imponen el orden entre los pequeños. Los bohemios están sentados a la mesa y Mimí les enseña el gorrito que le ha regalado Rodolfo. Todos se disponen a brindar, cuando entra Musetta ataviada con un lujoso vestido y acompañada por su amante, el viejo y rico Alcindoro, a quien ella trata como a un perrito faldero, y que va cargado con varios paquetes. Las tenderas comentan el vestuario de Musetta y ésta, al ver a los bohemios, insiste en que le pongan una mesa junto a ellos y, ante el azoramiento de Alcindoro, trata descaradamente de atraer la atención de Marcello, cantando el vals "Quando m'en va" ("Cuando yo voy"). Mientras Alcindoro se queja de que Musetta haya elegido un sitio tan concurrido. Marcello, que aún está enamorado de esta mujer, con la que tuvo relación en otro tiempo, apenas puede contenerse, porque Musetta parece sólo preocupada por provocar sus celos. Este es el momento que Rodolfo aprovecha para declarar a Mimí que es un hombre muy celoso. Musetta está decidida a hacer una escena: pide primero varios platos, pero cuando ya está cenando rompe uno para llamar la atención de Marcello pretextando que huele mal. Alcindoro eorojece, pero ella en vez de callar se pone a cantar una canción que Alcindoro considera del todo indecorosa. Sin embargo, puesto que aún no ha quedado plenamente satisfecha, suelta de pronto un tremendo grito y se queja de un clavo que tiene en el zapato, mandando al ya agotado Alcindoro a comprar otro par. El viejo accede con tal de que ella no continúe con el escándalo. Apenas ha partido Alcindoro, Musetta abraza a Marcello y se une al grupo.
Un desfile militar pasa por allí y los bohemios se añaden a él, mientras Musetta encarga a un camarero que la cuenta de todos se sume a la de Alcindoro. Finalmente aparece éste, con el tiempo justo para pagar ambas facturas.
ACTO III.- La "Barriere d'Enfer" en las afueras de Paris. La escena reproduce uno de los antiguos puntos de entrada a Paris, donde se cobra un impuesto a quienes traen víveres Es una madrugada de febrero y está nevando. Cercana a una de las puertas de la ciudad hay una taberna, en el interior de la cual se oyen risas y voces, entre las que se puede distinguir la de Musetta. Unos barrenderos gritan y golpean con sus escobas la verja desde el exterior, para que el oficial de aduanas les abra. Éste les deja paso franco y poco después entran también unas lecheras. Entra Mimí vacilante y con aspecto de enferma, y pregunta a un sargento por la taberna en la que trabaja un pintor.
Logra que una mujer entre en la taberna y avise al pintor. Éste no es otro que Marcello, que no tarda en aparecer. Mimí lo ha venido a ver porque, según ella, Rodolfo no la deja vivir porque, a causa de sus celos, cualquier cosa le infunde sospechas. Marcello le explica que, en cambio, la relación que él mantiene con Musetta es mucho más libre. Mimí le pide ayuda y Marcello acepta, diciendo que hablará con Rodolfo, que en ese momento duerme en un banco de la taberna.
Precisamente ahora Rodolfo ha despertado y sale del local. Ella se esconde para que Rodolfo no la vea. Marcello habla con él y no tarda en descubrir la realidad: Rodolfo confiesa que debe dejar a Mimí porque está muy enferma y necesitaría cuidados que él no puede pagar y siente remordimientos por retenerla en su sórdida vivienda. Mimí, que ha oído la conversación, no puede evitar las lágrimas y tose; Rodolfo al oirla, se precipita hacia ella tratando de convencerla de que se pondrá bien. Mimí a pesar de todo, decide separarse de él.
Marcello, al oir unas risas de Musetta en el interior, entra precipitadamente en la taberna. Rodolfo y Mimí aunque reconocen la necesidad de separarse, deciden seguir juntos hasta la primavera, para hacer la separación menos dolorosa. Mientras, Marcello y Musetta han salido, estableciéndose entre ellos una pelea que contrasta con el éxtasis amoroso de Rodolto y Mimí, que se abrazan mientras empieza a nevar pausadamente.
ACTO IV. - En la misma buhardilla del acto I. Ya ha llegado la primavera. Marcello está trabajando, tal como es habitual en él, ante un caballete, mientras Rodolfo permanece sentado a una mesa, escribiendo. Ambos parecen sumidos en un intenso trabajo, pero en realidad no hacen otra cosa que hablar. Rodolfo comenta a Marcello que ha visto a Musetta en un lujoso coche de caballos, provocando de esta forma los celos del pintor, que responde que él también ha visto a Mimi en una carroza, vestida como un reina. Los dos fingen indiferencia ante tales noticias, pero en el fondo se sienten heridos por verse abandonados por sus respectivas amartes. Tanto Rodolto como Marcello acaban por confesar que siguen enamorados de ellas.
Llega la hora de comer y Rodolfo comenta que Schaunard todavia no ha vuelto y esta vez apenas tienen nada. F¡nalmente aparece Schaunard y Colline con una sardina salada incomible y algo de pan, que es todo lo que han encontrado. A pesar de ello bromean sobre el tema, imaginando, que celebran un gran banquete en el que beben champán y pueden elegir entre truchas y salmón. Schaunard amenaza con interpretar una canción, oferta que rechazan violentamente sus amigos, que prefieren ejercitarse en la danza. Marcello se disfraza de mujer y baila junto a Rodolfo, mientras Schannard y Colline discuten sobre el tiempo de la danza. Se inicia entre estos últimos un simulacro de combate, con el que continúa la broma. De pronto interrumpe la escena la llegada de Musetta, jadeante, anunciando que Mimí está en la escalera gravemente enferma y que no puede subir. Rodolfo y Marcello se precipitan hacia la puerta, y Colline y Schaunard le preparan el camastro que hay en la habitación. Entran Marcello y Rodolfo con Mimí y la meten en la cama. Musetta comenta que había oído decir que Mimí se había ido de la casa de un vizconde, que estaba terriblemente enferma y que ahora la había encontrado por la calle casi arrastrándose y diciendo que se moría. Ante la falta de todo lo que hay en la casa, Musetta decide vender sus pendientes y envia a Marcello a por un poco de cordial y un médico.
Mimí parece recuperarse un poco, pero tiene frlo en las manos y Musetta cree oportuno irse con Marcello para comprar un manguito. Colline, que se da cuenta de la grave situación, decide empeñar su gabán, del que se despide con gran afecto. Antes de irse aconseja a Schaunard que deje solos a los enamorados y ambos se van juntos. Cuando todos han salido ya, Mimí, que parecia dormida, abre sus ojos y confiesa que había aguardado hasta quedarse a solas con Rodolfo. Ambos recuerdan su pasado y Rodolfo le enseña a Mimí el gorrito que le regaló aquel primer día en el Café Momus.
Poco después van regresando todos excepto Colline. Musetta le entrega el manguito a Mimí, fingiendo que es un regalo de Rodolfo, y se pone a rezar, preparando el cordial que ha traído Marcello. Mientras, Mimí parece adormilarse confortada por el calor de la cómoda prenda. Rodolto cierra las cortinas, pero Schaunard observa que Mimí no se mueve; viéndola muerta se lo comunica a Marcello. Aparece Colline con el dinero del empeño en la mano y pregunta por la enferma. Rodolfo la mira y, dándose cuenta de la situación, se acerca al cadáver de Mimíi. Sin poder evitar un grito de desesperación, estalla en sollozos. El telón cae cubriendo la triste escena del dolor de los bodemios.
ACTO I.- Buhardilla en una casa del Barrio Latino de Paris. Dos artistas bohemios, Marcello, pintor y Rodolfo, poeta, se hallan trabajando la tarde del día de Nochebuena. Hace frío, ambos deciden quemar algo en la estufa pero no tienen combustible; piensan quemar una silla, y después, los últimos cuadros que ha pintado Marcello; pero finalmente se deciden por el manuscrito de la última obra que Rodolfo está escribiendo. Marcello ofrece su lienzo, pero Rodolfo cree que es mejor quemar el manuscrito de una obra de teatro que ha escrito y juntos van introduciendo, poco a poco, en la estufa el texto del poeta. Cuando entra Colline, un filósofo que también vive con ellos, quejándose de no haber podido empeñar sus libros por ser Nochebuena, está ardiendo el acto primero de la obra de Rodolfo. Schaunard, el músico que también forma parte del grupo, parece haber tenido más suerte, y entra con comestibles, leña, vino de Burdeos y tabaco. Schaunard les explica cómo ha conseguido el dinero a cambio de dar clases de música a un inglés, pero los tres bohemios, sin escucharle, se disponen a iniciar el banquete.
Schaunard los detiene diciéndoles que el dia de Nochebuena no deben quedarse en casa, sino que deben celebrarlo en el Café Momus, al que acaden asiduamente. En este momento, mientras beben una copa antes de salir, llaman a la puerta: es el casero Benoît, que viene a cobrar el alquiler de la buhardilla. Los bohemios tienen dinero ahora, pero no quieren "malgastarlo" pagando el alquiler. Benoît, consigue con algunas dificultades que lo dejen entrar y los bodemios lo sientan en una silla desviando pronto la conversación hacia la vida privada del casero, que a pesar de su edad, parece que hace poco ha sido sorprendido con una mujer. Benoît confiesa a los bohemios que todavía se siente joven y que no le gustan las mujeres delgadas como la suya, porque suelen estar enfermas. Éstos, ante sus palabras, fingen una sana indignación moral y expulsan al casero sin haber pagado el alquiler.
Una vez que han echado al casero, se disponen a bajar a cenar, pero Rodolfo les anuncia que no puede ir todavía porque tiene que escribir un artículo para una revista en que colabora. Y les dice que estará con ellos en unos minutos, en cuanto acabe lo que está escribiendo. Se van todos y Rodolfo se dispone a escribir; apenas avanza en su trabajo. De pronto llaman a la puerta: esta vez es una vecina que viene a pedir lumbre para su vela. Rodolfo siente nada más verla una atracción hacia ella, a pesar de que parece enferma. La vecina tiene la intención de irse, pero una corriente de aire le apaga otra vez la vela justo cuando se da cuenta de que se le ha caido la llave de su casa. Rodolfo también apaga disimuladamente la suya y pronto encuentra la llave, pero en vez de entregarla a la muchacha se la guarda en el bolsillo. Se acerca a ella y, de una forma inesperada, toma su mano. El poeta se sorprende de lo fria que está y exclama: "Che geli da manina!" ("!Qué mano tan fría!") y mientras la calienta entre las suyas, puesto que se han quedado a oscuras, decide presentarse a su vecina y cuenta a Mimí quien es él y qué hace. La vecina hace lo mismo, explica que se llama Lucia, a pesar de lo cual siempre la llaman Mimí, ella entona su aria: "Si. Mi chiamano Mimi" ("Sí, Me llaman Mimí"); cuenta que vive, en el último piso del edificio, y trabaja sola, es costurera y haciendo flores artificiales, pero que son las flores naturales las que a ella le entusiasman.
Desde fuera los amigos de Rodolto le llaman para que baje pronto. Éste responde que no tardará. Y les pide que le guarden un lugar en el café. En el dúo "O suave fanciulla" ("Oh, adorable muchacha") Rodolfo y Mimí se dan cuenta de que se han enamorado. Rodolfo propone a Mimí quedarse juntos en la buhardilla, pero ella sugiere acompañarle para que no falte a la cita con sus amigos. Ambos se van abrazados y sus voces se escuchan mientras bajan por la escalera.
ACTO II.- Una plazoleta del Barrio Latino frente al Café Momus. Es de noche y una multitud de vendedores compiten con sus diversos productos, mientras numerosas personas, entre las que abundan los estubiantes y los niños, pasean frente al Café Momus. Mientras, Schaunard compra una trompa, Colline observa la nueva levita que ha adquirido en la tienda de un zurzidor. Rodolfo entra en una sombrerería para comprarle un gorrito a Mimí. Marcello se lamenta de estar solo en medio de tantas mujeres. Poco después Rodolfo entrega el gorrito a Mimí y se quedan juntos mirando un collar de coral que está expuesto en el escaparate de una joyería. Cuando sus amigos ya están sentados, llega Rodolfo, que les presenta a Mimí, y todos se preparan para la cena.
Entretanto se produce un revuelo en la plaza: pasa Parpignol, un vendedor de juguetes, con un carretón cargado de juguetes creando en torno suyo un revuelo de niños y niñas acompañados por algunas personas mayores, que imponen el orden entre los pequeños. Los bohemios están sentados a la mesa y Mimí les enseña el gorrito que le ha regalado Rodolfo. Todos se disponen a brindar, cuando entra Musetta ataviada con un lujoso vestido y acompañada por su amante, el viejo y rico Alcindoro, a quien ella trata como a un perrito faldero, y que va cargado con varios paquetes. Las tenderas comentan el vestuario de Musetta y ésta, al ver a los bohemios, insiste en que le pongan una mesa junto a ellos y, ante el azoramiento de Alcindoro, trata descaradamente de atraer la atención de Marcello, cantando el vals "Quando m'en va" ("Cuando yo voy"). Mientras Alcindoro se queja de que Musetta haya elegido un sitio tan concurrido. Marcello, que aún está enamorado de esta mujer, con la que tuvo relación en otro tiempo, apenas puede contenerse, porque Musetta parece sólo preocupada por provocar sus celos. Este es el momento que Rodolfo aprovecha para declarar a Mimí que es un hombre muy celoso. Musetta está decidida a hacer una escena: pide primero varios platos, pero cuando ya está cenando rompe uno para llamar la atención de Marcello pretextando que huele mal. Alcindoro eorojece, pero ella en vez de callar se pone a cantar una canción que Alcindoro considera del todo indecorosa. Sin embargo, puesto que aún no ha quedado plenamente satisfecha, suelta de pronto un tremendo grito y se queja de un clavo que tiene en el zapato, mandando al ya agotado Alcindoro a comprar otro par. El viejo accede con tal de que ella no continúe con el escándalo. Apenas ha partido Alcindoro, Musetta abraza a Marcello y se une al grupo.
Un desfile militar pasa por allí y los bohemios se añaden a él, mientras Musetta encarga a un camarero que la cuenta de todos se sume a la de Alcindoro. Finalmente aparece éste, con el tiempo justo para pagar ambas facturas.
ACTO III.- La "Barriere d'Enfer" en las afueras de Paris. La escena reproduce uno de los antiguos puntos de entrada a Paris, donde se cobra un impuesto a quienes traen víveres Es una madrugada de febrero y está nevando. Cercana a una de las puertas de la ciudad hay una taberna, en el interior de la cual se oyen risas y voces, entre las que se puede distinguir la de Musetta. Unos barrenderos gritan y golpean con sus escobas la verja desde el exterior, para que el oficial de aduanas les abra. Éste les deja paso franco y poco después entran también unas lecheras. Entra Mimí vacilante y con aspecto de enferma, y pregunta a un sargento por la taberna en la que trabaja un pintor.
Logra que una mujer entre en la taberna y avise al pintor. Éste no es otro que Marcello, que no tarda en aparecer. Mimí lo ha venido a ver porque, según ella, Rodolfo no la deja vivir porque, a causa de sus celos, cualquier cosa le infunde sospechas. Marcello le explica que, en cambio, la relación que él mantiene con Musetta es mucho más libre. Mimí le pide ayuda y Marcello acepta, diciendo que hablará con Rodolfo, que en ese momento duerme en un banco de la taberna.
Precisamente ahora Rodolfo ha despertado y sale del local. Ella se esconde para que Rodolfo no la vea. Marcello habla con él y no tarda en descubrir la realidad: Rodolfo confiesa que debe dejar a Mimí porque está muy enferma y necesitaría cuidados que él no puede pagar y siente remordimientos por retenerla en su sórdida vivienda. Mimí, que ha oído la conversación, no puede evitar las lágrimas y tose; Rodolfo al oirla, se precipita hacia ella tratando de convencerla de que se pondrá bien. Mimí a pesar de todo, decide separarse de él.
Marcello, al oir unas risas de Musetta en el interior, entra precipitadamente en la taberna. Rodolfo y Mimí aunque reconocen la necesidad de separarse, deciden seguir juntos hasta la primavera, para hacer la separación menos dolorosa. Mientras, Marcello y Musetta han salido, estableciéndose entre ellos una pelea que contrasta con el éxtasis amoroso de Rodolto y Mimí, que se abrazan mientras empieza a nevar pausadamente.
ACTO IV. - En la misma buhardilla del acto I. Ya ha llegado la primavera. Marcello está trabajando, tal como es habitual en él, ante un caballete, mientras Rodolfo permanece sentado a una mesa, escribiendo. Ambos parecen sumidos en un intenso trabajo, pero en realidad no hacen otra cosa que hablar. Rodolfo comenta a Marcello que ha visto a Musetta en un lujoso coche de caballos, provocando de esta forma los celos del pintor, que responde que él también ha visto a Mimi en una carroza, vestida como un reina. Los dos fingen indiferencia ante tales noticias, pero en el fondo se sienten heridos por verse abandonados por sus respectivas amartes. Tanto Rodolto como Marcello acaban por confesar que siguen enamorados de ellas.
Llega la hora de comer y Rodolfo comenta que Schaunard todavia no ha vuelto y esta vez apenas tienen nada. F¡nalmente aparece Schaunard y Colline con una sardina salada incomible y algo de pan, que es todo lo que han encontrado. A pesar de ello bromean sobre el tema, imaginando, que celebran un gran banquete en el que beben champán y pueden elegir entre truchas y salmón. Schaunard amenaza con interpretar una canción, oferta que rechazan violentamente sus amigos, que prefieren ejercitarse en la danza. Marcello se disfraza de mujer y baila junto a Rodolfo, mientras Schannard y Colline discuten sobre el tiempo de la danza. Se inicia entre estos últimos un simulacro de combate, con el que continúa la broma. De pronto interrumpe la escena la llegada de Musetta, jadeante, anunciando que Mimí está en la escalera gravemente enferma y que no puede subir. Rodolfo y Marcello se precipitan hacia la puerta, y Colline y Schaunard le preparan el camastro que hay en la habitación. Entran Marcello y Rodolfo con Mimí y la meten en la cama. Musetta comenta que había oído decir que Mimí se había ido de la casa de un vizconde, que estaba terriblemente enferma y que ahora la había encontrado por la calle casi arrastrándose y diciendo que se moría. Ante la falta de todo lo que hay en la casa, Musetta decide vender sus pendientes y envia a Marcello a por un poco de cordial y un médico.
Mimí parece recuperarse un poco, pero tiene frlo en las manos y Musetta cree oportuno irse con Marcello para comprar un manguito. Colline, que se da cuenta de la grave situación, decide empeñar su gabán, del que se despide con gran afecto. Antes de irse aconseja a Schaunard que deje solos a los enamorados y ambos se van juntos. Cuando todos han salido ya, Mimí, que parecia dormida, abre sus ojos y confiesa que había aguardado hasta quedarse a solas con Rodolfo. Ambos recuerdan su pasado y Rodolfo le enseña a Mimí el gorrito que le regaló aquel primer día en el Café Momus.
Poco después van regresando todos excepto Colline. Musetta le entrega el manguito a Mimí, fingiendo que es un regalo de Rodolfo, y se pone a rezar, preparando el cordial que ha traído Marcello. Mientras, Mimí parece adormilarse confortada por el calor de la cómoda prenda. Rodolto cierra las cortinas, pero Schaunard observa que Mimí no se mueve; viéndola muerta se lo comunica a Marcello. Aparece Colline con el dinero del empeño en la mano y pregunta por la enferma. Rodolfo la mira y, dándose cuenta de la situación, se acerca al cadáver de Mimíi. Sin poder evitar un grito de desesperación, estalla en sollozos. El telón cae cubriendo la triste escena del dolor de los bodemios.
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